Soto y Colmenares

10/6/15


Por: Fabrina Acosta Contreras (@FACOSTAC). Son muchas las características comunes de Luis Andrés y José Ricardo, mencionaré algunas; son hijos de padres guajiros, menores de 25 años, estudiantes universitarios, seres llenos de sueños, fallecieron por hechos confusos pero claramente injustos y algo especial de los dos, confiaban en sus amigos; esta última parte es donde el corazón comienza inevitablemente a arrugarse, el padre de Luis Andrés ha mencionado en algunas entrevistas “ Que no entiende porque si Luis tenía tantos amigos lo dejaron solo cuando más los necesitó”, pues José Ricardo, buscó a su “mejor amigo” pero al parecer era mejor que hubiera estado solo.

La violencia, la negligencia y todo acto deshumanizado inevitablemente afecta a los seres humanos que no hemos renunciado a nuestra naturaleza humana, a esa que siente y que se niega a entrar a la era de la obsolescencia programada, y menciono esto, porque no es necesario que Luis o José Ricardo fueran mis familiares o amigos para sentirme conmovida con la situación de injusticia que atraviesan sus historias; esto es un llamado a la solidaridad social, es decir, a que hagamos consciencia de que la sociedad es un gran sistema del cual, todos y todas hacemos parte, una gran familia social.

Hay muchas preguntas por resolver y lastimosamente una realidad inamovible: la muerte de dos jóvenes a los que el viaje sin retorno les sorprendió cuando más vida tenían, como si hubiesen sido escogidos como los actores de las más dolorosas paradojas.

Pero no toda la sociedad está mal, existen aún personas que hacen parte de esa Colombia del sagrado corazón de Jesús, del amor en los tiempos del cólera, del vallenato en guitarra como muestra de amor, de la poesía viva propia de la hermandad; esos mismos que hemos estado en las redes sociales haciendo nuestras manifestaciones de solidaridad con las familias de estos dos jóvenes y con los miles casos a los que las justicia aun no les llega.

Bien lo mencionó el padre de José Ricardo, en la conmovedora carta leída en su sepelio:

“Expreso agradecimiento eterno a mi familia, amigos, y a la gente buena de Barranquilla y Colombia, de manera especial a la gente buena de Puerto Colombia que socorrió en la primera instancia a mi hijo y que ha tenido el valor civil para decir la verdad…”

Acá hago presencia, como esa Colombia sensible y humana que no se resigna a la violencia, no hablo de aquella que “peca y empata” o de los “moralismos” dañinos en sí mismos, hablo de la Colombia criolla, pueblerina, amorosa, humilde,  generosa y sobre todo esperanzada. Aquella que llora cuando ve el video donde José Ricardo fue pateado y observado con total negligencia mientras a su cuerpo lo estremecía una de las muchas convulsiones que padeció, ya lo dijo José Soto Berardinelli:

“Tus ojos de terror como conmueven, eran los ojos que veían la Colombia que no queremos, la gráficamente palpada en la insensibilidad de algunos de sus médicos, la que trastoca los valores de la amistad, la integridad y la honradez. Tus ojos de pánico avergüenzan a la Colombia buena que ha reaccionado indignada, con rabia, con ira, para que este sacrificio tuyo sirva como garantía de que un episodio similar no se vuelva a repetir”.

Ante estas palabras sentidas y repletas de genuino dolor de amor, lo único que puedo decir es que no podemos hacer de los casos de injusticia una noticia (mediática) que tiene la corta vida de un juego pirotécnico en fiesta patronal, esto debe llevarnos a sentir el dolor de la familia Colmenares, Soto y de todas las que hoy han quedado colgadas en el dolor de la violencia, como el caso de Natalia Ponce, Jineth Bedoya o Rosa Elvira Celis.

Es el momento de terminar con el paradigma de juzgar antes de solidarizarnos, porque eso implica que los victimarios puedan ampararse con sus rostros indolentes en decir, “es que salió corriendo y no pude hacer nada” “era un farmacodependiente” “ se suicidó” o “ hice todo por él, pero lastimosamente se murió” “los médicos no podían hacer nada por él, porque estaba demasiado drogado”; pero resulta que en el marco de los derechos humanos lo primordial es tratar con dignidad a todas las personas, no dice que se debe excluir por raza, condición social o problemática de consumo; todo ello es secundario, lo único  relevante es preservar la vida y resulta que esa parte se olvida.

Inicié este escrito describiendo las sinergias de los jóvenes Soto y Colmenares, pero finalizaré con algo que los diferencia; en el caso Colmenares las cámaras de seguridad se dañaron al unísono, pero en el caso Soto si hay videos que en cada play  hacen reflexionar sobre la crisis de humanidad que padecemos los humanos.

Y despido estas letras con otra de las palabras que el padre de José Ricardo mencionó en su sepelio y que debe representarnos una invitación a la transformación y al amor:

“Recuerdos buenos sobran para no olvidarte. Hoy, el tamaño de nuestro dolor no tiene límites; pero nos ponemos al lado de Dios para fortalecernos en el dolor, para extirpar los miedos, para defender tu dignidad y tu honra. Te vas por una sobredosis: por una sobredosis de maldad; por una sobredosis de indiferencia; por una sobredosis de dolo; por una sobredosis de ausencia del Estado. Te vas por una sobredosis de mentira que permite y permitirá que sobre tu vida frágil y ante tu ausencia sigan inventado cuentos y elaborando argucias legales, para justificar lo injustificable. Te llevas la satisfacción de nuestro amor sin límites …  y unos amigos sinceros. La excepción de la regla no debe acobardarnos sino todo lo contrario, el valor que tú le dabas a la amistad debe ser el derrotero que marque nuestro camino”.


Justicia Ya!

2 comentarios ¡Deja tu comentario aquí!:

  1. Tu escrito además de real y doloroso llega a mi corazón de madre y pienso en estas dos familias y miles que no publican su dolor.No puedo evitar llorar de pensar q nuestros hijos estén expuestos a tanta maldad......es así la maldad q cada día contamina más este mundo q nos entregó Dios para mejorarlo y no para destruirnos como lo estamos haciendo. Yo como Colombiana exijo JUSTICIA YÁ!!!!

  1. Son casos muy dolorosos tanto para las familias como para los que le seguimos los pasos a lo sucedido con estos muchachos. Es deprimente ver como los médicos olvidan el juramento que hicieron de salvar vidas sin importar de quien se trate, pero hay algo bien claro en estos dos paradigmas y es que la justicia divina algún día les llegara porque no necesitaran morirse esos tales "amigos" para que paguen por todo el daño que han causado a las familias de Luis Andres, José Ricardo y a todos los que estamos dolidos con estas situaciones de dolor. Repudiamos y rechazamos a los mal llamados "amigos" de estos jovenes, porque los verdaderos AMIGOS están mas en las malas que en las buenas para saber con quiénes contamos en realidad!!! Los Vallenatos y los Guajiros unidos con sentido de pertenencia.

 
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